LA MISIÓN DE LUIS CASALE
Visto desde una óptica muy general, el Movimiento Gnóstico en el Uruguay luchó desde sus comienzos por mantener la unidad de la institución y la entrega de la doctrina, tal cual la dejara el V.M. Samael Aun Weor.
La etapa fundacional (1976-1977) se caracterizó por la labor misional de Luis Casale y su esposa Karina Elsesser, la obtención de la Personería Jurídica y luego el inicio de la difusión masiva de la doctrina gnóstica, con el impulso notable que le imprimió el Hermano José Miguel Sánchez.
Nuestro primer encuentro con Luis Casale y Karina, fue en una conferencia pública que este Hermano dictó en Montevideo.
Es indiscutible que a pesar del profundo sueño de conciencia, nuestro Real Ser hacía grandes esfuerzos en procura de obtener alguna reacción por parte de nuestra humana persona. En la inquietante búsqueda que el Maestro Interno dirigía desde el interior, la “causalidad” nos llevó a una supuesta conferencia sobre parapsicología que se iba a brindar en la calle Francisco Ros en el barrio de Punta Carretas de Montevideo.
Lo cierto es que no era una conferencia, más bien era una clase y de lo que menos se habló fue de parapsicología como ciencia; evidentemente no nos habían informado bien, pero el tema y las circunstancias fueron lo de menos.
La primera impresión sirvió para romper los esquemas que traíamos. No era un centro cultural, no era un club social, la dirección nos condujo a una casa de altos, en una calle bastante oscura de un barrio residencial. Tras abrirnos la puerta una alta y delgada joven – que resultó ser Karina – ascendimos una corta escalera y tuvimos acceso a una sala pequeña; nos ubicamos en las sillas que quedaban libres, integrando un reducido y heterogéneo grupo de asistentes de aspecto intelectual. Durante los minutos de espera antes de la disertación, observamos la improvisada decoración del lugar.
Un pizarrón verde enmarcado en madera, recostado sobre el respaldo de una silla, junto al resto de los muebles del living, aclaraba más nuestras posibles dudas de que se trataba de una casa de familia y no de un centro cultural. Sin que nadie lo anunciase, el propio Luis Casale entra de la habitación contigua, se da a conocer al público asistente, y escribe en el costado superior izquierdo del pizarrón, la enigmática palabra GNOSIS.
El tiempo que transcurrió no lo medimos; hubo una comunicación directa de esencia a esencia, que no conocíamos, y que nos dejó perplejos. Acostumbrados a la erudición intelectual, Luis nos impactó con su calidez humana, educación y el lenguaje sencillo con que trataba los temas más herméticos. Sin poses místicas ni rebuscamientos de ninguna especie, habló con el corazón y el mensaje nos llegó profundamente al alma. Habló con propiedad de algo diferente y respondía con seguridad a los planteamientos que se le formulaban
De aquél primer encuentro salimos ya entrada la noche. Cruzamos la calle rumbo a nuestro hogar y recuerdo el comentario que mi esposa expresó: “¡Esto es para nosotros, es lo que andamos buscando!”. No nos quedaba la menor duda, habíamos encontrado el camino que hacía muchísimo tiempo habíamos perdido, ahora sólo teníamos que transitarlo.
De ahí en más nuestra amistad con este matrimonio de Misioneros fue transformándose en una hermandad auténtica. No había mucho tiempo para compartir, pues ellos tenían la Dirección Nacional del Movimiento Gnóstico en Argentina. Viajaban cuando podían (a veces transcurrían semanas entre una visita y otra) y durante su estadía en Montevideo de dos o tres días, las charlas se convertían en extensos interrogatorios sobre la Gnosis por nuestra parte, estando a cargo de Luis, la instrucción, la planificación de iniciativas, proyectos, etc.
Al principio las reuniones se hicieron en la casa de la calle Francisco Ros que habían alquilado a tales efectos. Pronto tuvieron que dejarla para regresar a la Argentina y se buscaron lugares alternativos, tanto en la hospitalaria sede de Casa Americanista (donde se dieron las primeras conferencias de Gnosis en el Uruguay), como en la casa de mis padres o en un improvisado salón en un gimnasio de Artes Marciales. A aquel pequeño grupo de estudiantes no le importaba el lugar, sólo escuchar la clase, sacar apuntes y estudiar….
Al cabo de un tiempo, la instrucción se tornó más personal que grupal. La primera cámara que originalmente se formó se fue desmembrando paulatinamente y al poco tiempo quedamos sólo nosotros.
Sin programa y sin horario, las cátedras que Luis nos dictaba, versaban sobre el tema que surgía en el momento, cubriendo todo el espectro del campo esotérico. Tampoco tenían lugar en un salón de clase, sino donde nos encontráramos, ya sea caminando, almorzando o aún empujando el auto de Luis cuando caprichosamente nos dejaba – sin explicación mecánica conocida – varados en cualquier calle de Montevideo.
Al comienzo no conocíamos que quería decir ser un Misionero, ni sabíamos que ellos lo eran, pues para nosotros Luis era el conferencista de una institución llamada Gnosis. Lo descubrimos cuando en una conversación dentro del Peugeot, Karina menciona que el auto era su “hogar”, pues vivían viajando de ciudad en ciudad, de hotel en hotel, recorriendo tanto la Argentina como Uruguay, cuando no tenían que viajar a México a encontrarse con el V.M. Samael.
Las cartas que el Avatara de Acuario enviaba a Luis y Karina, asombrosamente las recibían en la ciudad donde arribaban, a pesar de los viajes que efectuaban sorpresivamente durante su misión, incluso a diferentes países. Esto que provocaba una nerviosa sonrisa en Luis, me dejaba estupefacto; poco a poco me iba introduciendo en el mágico entorno del Maestro.
El Congreso de Guadalajara en octubre – noviembre de 1976, significó para nosotros un silencio entre dos octavas musicales, pues los jóvenes Misioneros volaron a México un tiempo antes del evento a fin de colaborar con los preparativos del mismo, y no regresaron al Uruguay hasta semanas después de cerrado el Congreso, trabajando con proyectos, recibiendo directivas del Maestro, etc. Mientras tanto, nos visitó el Misionero Rudy Méndez quien nos complementó la instrucción con dedicación y entusiasmo.
Al regreso de México, Luis y Karina le dieron un fuerte impulso a la Gnosis en el Uruguay. Se planificó un ciclo de conferencias, comenzaron los primeros pasos en procura de obtener la personería jurídica y se buscó una sede para la novel institución.
Para las conferencias públicas que Luis quería dictar a fines de 1976 y principios de 1977, se consiguieron los majestuosos salones del Club Uruguay, en la ciudad vieja de Montevideo. Allí se organizaron importantes eventos que tuvieron un éxito rotundo: el 27 de diciembre ofreció “Civilizaciones Trascendentes” y el 19 de enero de 1977 “Los mayas, los aztecas y su mística”. A fin de asegurarse una prolija exposición, Luis escribía cuidadosamente a máquina el texto que luego iba a leer en público. No procedía así para las clases, en las cuales fluían ligeramente las palabras como si las evocase y extrajese de una pasado remoto o de las ignotas profundidades de su Ser.
En aquel verano, el trabajo de elaborar el texto de las conferencias, lo hacía muchas veces en nuestra casa. A veces me leía y preguntaba que me parecía tal concepto sobre un tema específico, lo que producía en mí el efecto de un Koan, dado que si bien había devorado y estudiado muchos libros de Teosofía, Rosacrucismo, etc. hasta convertirme en un “ratón de biblioteca”, de Gnosis no sabía absolutamente nada, y no alcanzaba mi atrevimiento para dar una opinión seria, ni mi mente podía responder acertadamente, pues aquello de lo que hablaba Luis, era algo verdaderamente nuevo, diferente…
LA PRIMERA SEDE Y LA PERSONERÍA JURÍDICA
El 7 de enero de 1977 se alquiló el local ubicado en la calle Yi 1387 piso 1, casi Avenida 18 de Julio, la principal del centro de Montevideo. Este hecho fue muy importante, ya teníamos donde recibir clases y dar conferencias, pero por otro lado, debíamos arreglar el local, alhajarlo, cumplir con los pagos del alquiler y obtener la personería jurídica, pues el gobierno de facto imperante en nuestro país, era muy estricto al respecto: el derecho de reunión estaba restringido y toda actividad pública debía registrarse previamente con toda la documentación vigente. Nuevamente Luis y Karina juegan un rol muy destacado, aportando de sus propios recursos, el dinero que se requería para poner en funcionamiento la Sede del Movimiento Gnóstico en el Uruguay.
Veinte días después Luis Casale recibe una carta del Maestro Samael, designándonos Presidente de la Comisión Directiva de la Institución lo que representó una delicada responsabilidad, y un mayor esfuerzo en nuestra preparación, dado que aún no habíamos culminado la 1ª Cámara.
En abril del mismo año, se comienza a gestionar la Personería Jurídica, trámite que culmina el 28 de junio, un día después de la consagración del Lumisial Apolo y de nuestro ingreso a la 2ª Cámara.
Ahora sí, con los papeles en regla, con sede, con la doctrina y con la fuerza del Logos de Marte, salimos a entregar el mensaje, en una lucha sin cuartel contra las adversidades del momento y nuestras propias limitaciones. Para ese entonces, el matrimonio Casale ya venía menos; en su lugar nuestro querido Hermano y Misionero Internacional José Luis Argañaraz y su esposa Miriam Rosa entregaban la Gnosis a nuestras inquietas esencias, y a los primeros estudiantes que se acercaban a la institución.
La difusión masiva comenzó con gran fuerza y dedicación con el concurso de los Misioneros Internacionales egresados del S.S.S., José Miguel Sánchez, Rodrigo Herrera y su señora María Elena.
La semilla había germinado durante una primera etapa de labor impetuosa y silenciosa, y ahora aparecían los primeros brotes de ese generoso árbol que albergó desde entonces a todas las almas sedientas de sabiduría y ávidas de vivenciar los Misterios de la Vida y de la Muerte.